A un costado de la Catedral, aspiran encontrar empleo...
Suenan las campanas de la Catedral Metropolitana en el Centro Histórico de la Ciudad de México. En las calles, la gente camina con prisa para realizar sus actividades cotidianas; los turistas pasean mirando la arquitectura de los edificios, con sus mochilas en la espalda y sus cámaras fotográficas colgando del cuello; los policías dirigen el tránsito vehicular y peatonal en medio del caos de la zona central de la capital del país que se prepara para los festejos del Centenario de la Revolución.
Rodeados por ese enérgico ambiente, a un costado del imponente templo católico que está plantado sobre las ruinas de lo que un día fue Tenochtitlán, varios hombres aspiran encontrar empleo. Bajo la cruz, del otro lado de las rejas que delimitan el perímetro de la Catedral, se encuentran sentados en pequeños bancos hechos de tablas de madera, al aguardo de encontrar un trabajo digno.
La mayoría, mayores de cuarenta años y provenientes del Estado de México y de otros lugares de provincia, llegan desde temprano y se instalan. Acomodan sus maletas y mochilas en el piso; sacan sus letreros que dicen: carpintero, plomero, albañil, rotulador, herrero, entre otros; y abren sus paraguas para protegerse del sol durante el resto del día.
No siempre encuentran quien los contarte. Aunque “se puede decir que ya tiene unos cien años esta fuente de trabajo” y la gente ya sabe en donde puede encontrarlos, “la chamba” es escasa y “ahorita más por la crisis”.
Juan Pérez González y Juan Hipólito, dos hombres desempleados, de edad avanzada, opinaron que los gobernantes no arreglan nada, dijeron: “no sabemos de donde vamos a sacar para salir adelante”.
Ciudad de México. Fotografía cortesía de El Blog de la Abuelita Mochilera. |
Algunos, como Antonio Aranda, un hombre de cuarenta años, realizan diariamente un viaje de dos horas para llegar a la plancha de Zócalo capitalino. Este asalariado dice gastar aproximadamente cien pesos en pasajes y comida al día. Esta divorciado porque, según dice: “la mujer se aburre de que no hay dinero”, por lo que el sueldo que llega a ganar lo utiliza para el mismo; claro que cuando tiene la oportunidad de ver a sus hijos, les da un poco del escaso dinero que guarda el los bolsillos de sus jeans.
Roberto de Jesús, de la misma edad que Antonio, lleva una gorra roja la cual cubre su preocupado semblante de los rayos de sol. Está casado y tiene cuatro hijos a los cuales debe de mantener. Su esposa lo ayuda trabajando dos días a la semana de “doméstica”, pero aún así sigue preocupándose por tener el suficiente dinero para comprar los útiles escolares de sus hijos, con los cuales convive poco debido las largas jornadas que pasa allí sentado.
Según comentan, necesitan de un permiso para estar ahí, el cual les otorga el gobierno del Distrito Federal. Cada vez que se acerca algún policía, ellos deben presentarle una credencial, la cual les otorgan al registrarse como miembros de la Unión de Trabajadores no Asalariados y Oficios Varios del Zócalo. “Somos una organización, somos de confianza”, comentó Antonio, tratando de acabar con la reticencia que la gente les tiene.
Estos hombres comen, si bien les va, dos veces al día. Se cooperan para comprar tacos “de a peso” y comparten un refresco para “pasarse el bocado” ya que si no, no les alcanza para el pasaje. Roberto de Jesús comentó que come en “el desayuno un atolito o un tamal en la calle; y en la cena “lo que aiga, lo que dios nos permita llevar a casa”.
A pesar de que son hombres multiusos, debido a que saben realizar diversos trabajos, aseguran que “la situación esta canija” porque casi no hay empleo. Para ellos, la única forma de sobrevivir es ahorrando: “si ganabas cien pesos, te gastabas cuarenta y guardabas sesenta”.
Son parte de la población mexicana a la que no le alcanza para la canasta básica; pero aún así son persistentes: “Ahoritita pus no hemos agarrado nada en toda la semana…si agarrastes y ya te alivianastes, pus a todo dar, si no, pus a conseguirle”.
Por muchos, son considerados trabajadores independientes porque no tienen ni patrón, ni horario fijo; pero la realidad es que son desempleados por que no tienen ni sueldo, ni trabajo fijo.